El Cónclave para elegir al nuevo Papa arranca este 7 de mayo. Etse día habrá una primera votación inicial
Este miércoles 7 de mayo, a las 10:30 horas (ET) (16:30 horas en Roma), comenzará en la Capilla Sixtina el esperado Cónclave para elegir al nuevo papa.
Este mismo día se celebrará una única votación inicial, y a partir del segundo día, los cardenales electores procederán con 4 votaciones diarias, divididas en 2 sesiones cada jornada. La expectativa crece en todo el mundo católico ante la inminente fumata blanca que anunciará al nuevo líder espiritual de más de 1,300 millones de fieles.
El proceso se realiza con estricto apego a las normas del Vaticano, buscando preservar el secreto y la reflexión. Si bien técnicamente el papa podría ser elegido tan pronto como este mismo miércoles, lo más común es que el Cónclave se extienda varios días, dependiendo del consenso entre los 120 cardenales con derecho a voto. Para ser elegido, un candidato debe alcanzar una mayoría de 2 tercios, es decir, 80 votos. No hay plazos fijos para el resultado: la Iglesia prioriza el discernimiento sobre la rapidez.
La jornada dará inicio con la tradicional misa Pro Eligendo papa, presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio. Esta ceremonia solemne se celebrará en la Basílica de San Pedro a las 4 horas (ET) (10 horas, hora de Roma), y estará abierta a todos los fieles. La misa es considerada un momento clave de invocación al Espíritu Santo, para que guíe a los cardenales en su decisión.
Medidas de aislamiento, horarios y expectativas de la fumata
Una vez concluida la misa, comenzará la fase privada del proceso. Los cardenales se dirigirán en procesión hacia la Capilla Sixtina, donde prestarán juramento de secreto y se aislarán del mundo exterior. Para garantizar la confidencialidad, el Vaticano desactivará a partir de las 9 horas (ET) (15 horas de Roma) todas las señales de telecomunicaciones móviles dentro del Estado, medida que se mantendrá vigente hasta que se anuncie públicamente la elección del nuevo Pontífice.
En cuanto a las votaciones, el 7 de mayo solo se celebrará una, tras el ingreso a la Capilla Sixtina. Esta podría derivar en una fumata entre las 12 y 13 horas (ET) (18-19 horas en Roma), aunque es poco probable que en ese primer intento se alcance el consenso necesario. A partir del segundo día, se realizarán 2 votaciones por la mañana y 2 por la tarde. Si en la primera votación matutina no hay resultado, se procede a una segunda, y esa sí podría generar fumata alrededor de las 7 horas (ET) (13 horas Roma). Lo mismo sucede por la tarde, cuando la fumata podría verse entre las 11 y 13 horas (ET).
El color del humo sigue siendo la señal oficial que informa al mundo sobre el avance del Cónclave: el humo negro indica que no se ha alcanzado un acuerdo; el humo blanco, en cambio, anuncia que hay un nuevo Papa. Una vez que se vea la fumata blanca, las campanas de San Pedro resonarán por todo el Vaticano, y el cardenal protodiácono saldrá al balcón de la basílica para pronunciar el esperado “Habemus Papam”.
La Iglesia también contempla pausas estratégicas en caso de que el Cónclave se prolongue sin éxito. Si tras 3 días de votaciones no se ha alcanzado consenso, se decreta un día completo de oración y reflexión antes de reanudar el proceso. Este esquema de pausas puede repetirse varias veces, con el objetivo de favorecer el diálogo, la serenidad y la acción del discernimiento espiritual.
Cabe recordar que los cardenales electores no pueden hacer uso de teléfonos, computadoras ni otros medios electrónicos durante el Cónclave. Esta política de aislamiento extremo busca evitar cualquier tipo de presión externa o filtraciones. La única comunicación oficial será la visual, a través del humo, y posteriormente con el anuncio del nuevo Papa, quien aparecerá ante el mundo vestido de blanco para su primera bendición apostólica Urbi et Orbi.
El mundo entero aguarda con expectativa el anuncio de un nuevo Pontífice, en un contexto de desafíos globales para la Iglesia católica. Sea quien sea el elegido, su misión será guiar a la institución en una nueva etapa histórica marcada por el diálogo interreligioso, las reformas internas y la atención a temas sociales urgentes. Hasta entonces, todas las miradas estarán puestas en el cielo de Roma, esperando la señal blanca que marcará el inicio de un nuevo capítulo para el catolicismo.