Las pandillas criminales que roban frente al ejército israelí la ayuda a Gaza

Las pandillas criminales que roban frente al ejército israelí la ayuda a Gaza

Trabajadores de asistencia humanitaria en Gaza denuncian que pandillas armadas están saqueando los suministros destinados a una población desesperada

En medio de la severa escasez de alimentos en Gaza, los robos cada vez más violentos perpetrados por pandillas criminales son ahora el principal obstáculo para la distribución de suministros en el sur de la Franja, afirman los trabajadores humanitarios y las comunidades locales.

Denuncian que hombres armados operan a plena vista de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) en una zona restringida de la frontera.

La BBC ha sabido que Hamás, con el objetivo de recuperar el control sobre el territorio palestino, ha reactivado una fuerza de seguridad especial para combatir los robos y el bandolerismo.

Después de que delincuentes saquearan casi 100 camiones de la ONU, hiriendo a muchos de los conductores palestinos el 16 de noviembre -una de las peores pérdidas en un día de asistencia durante la guerra- varios supuestos saqueadores fueron asesinados en una emboscada.

Luego, durante dos días de la semana pasada, una notoria familia criminal de Gaza bloqueó la principal carretera de Salah al-Din que sale del cruce de Kerem Shalom en Israel.

Los testigos afirman que colocaron barreras de hierro y los camiones que intentaban llegar hasta el punto de distribución de la ayuda fueron atacados con disparos.

“La ley y el orden han colapsado en la zona alrededor del cruce Kerem Shalom, que sigue siendo el principal punto de entrada de provisiones, y las pandillas están llenando el vacío de poder”, señala Sam Rose, subdirector de UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados palestinos en Gaza.

“Es inevitable después de 13 meses de conflicto intenso; las cosas se descontrolan”.

“Saqueo criminal”

De cara al inicio de la temporada de lluvias en invierno, los funcionarios de ayuda humanitaria dicen que es crítico resolver la cada vez más deteriorada situación para responder a las enormes y profundas necesidades de los 2,3 millones de habitantes de Gaza, que ahora están desplazados hacia el centro y sur del territorio.

Es un saqueo táctico, sistemático, criminal”, denuncia Georgios Petropoulos, director de OCAH, la oficina humanitaria de la ONU en Gaza.

Asegura que eso está generando una “ultraviolencia” en todas las direcciones: “De los saqueadores contra los conductores de camiones, de las FDI contra la policía, y de la policía contra los saqueadores”.

Ha habido un incremento de la anarquía en Gaza desde que Israel empezó atacar a los agentes de policía locales a comienzos de este año, acusándolos de participar en el gobierno de Hamás.

El control de seguridad de Hamás disminuyó por debajo de 20%”, expresó a la BBC el exdirector de investigaciones policiales de Hamás, añadiendo: “Estamos trabajando en un plan para recuperar hasta el 60% del control dentro de un mes”.

Algunos de los desplazados en el sur de Gaza reciben con beneplácito los esfuerzos de Hamás para combatir a las pandillas criminales.

Matar a los ladrones que robaron la asistencia es un paso en la dirección correcta”, declaró Mohammed Abu Jared.

Sin embargo, otros lo interpretan como un intento cínico de tomar el control de los lucrativos mercados negros.

Hamás está asesinando a sus competidores en el robo de asistencia”, afirma Mohammed Diab, un activista de Deir al-Balah. “Una mafia grande ha eliminado a una mafia pequeña”.

“Necesitamos comida”

Muchos interpretan los intento de Hamás de tomar la iniciativa contra la criminalidad como una consecuencia directa del fracaso de Israel a la hora de acordar un plan para Gaza para después de la guerra.

Actualmente no existen las alternativas para reemplazar al movimiento armado islamista, que los líderes de Israel prometieron destruir después de los mortales ataques del 7 de octubre.

Este caos sucede en un momento en el que la asistencia que entra al territorio palestino ha disminuido a uno de los niveles más bajos desde el inicio de la guerra.

Mientras que el riesgo de hambruna es mayor en las zonas sitiadas del norte, donde Israel conduce una nueva e intensa ofensiva militar, en el sur también hay graves escaseces de comida, medicamentos y otros bienes.

Los precios de productos básicos se están disparando; una bolsa de harina cuesta más de US$200, un solo huevo US$15, o los productos simplemente no están disponibles”, indica Sam Rose, de UNRWA.

Cada día de la semana pasada, Umm Ahmed se ha parado en una larguísima fila con sus hijos frente a una panadería en Jan Younis, en el sur de Gaza, donde se reparten panes.

“Mis hijos están con mucha hambre todos los días. No podemos pagar lo básico. Es un sufrimiento constante. Sin comida, sin agua, sin productos de limpieza, nada”, expresa.

“No queremos mucho, sólo vivir una vida decente. Necesitamos comida. Necesitamos que entren los bienes y sean distribuidos justamente. Eso es todo lo que pedimos”.

Frente a los soldados israelíes

Estados Unidos ha estado presionando a Israel para que permita la entrada de más camiones con asistencia a Gaza.

Sin embargo, las autoridades israelíes responden que la razón principal por la que su meta de 350 camiones al día no se ha cumplido es la incapacidad de la ONU y otras agencias internacionales de asistencia de llevar suficientes vehículos hasta los cruces.

Los trabajadores humanitarios rechazan esas afirmaciones. Están pidiendo urgentemente el levantamiento de muchas restricciones impuestas por las autoridades israelíes, y que se abran y se aseguren muchos más puntos de cruce para que puedan recolectar y distribuir los suministros.

Afirman que se debe abordar el colapso del orden público y que Israel, como fuerza de ocupación, está obligado a proveer la protección y seguridad necesarias.

La BBC fue informada de que los robos suelen ocurrir a plena vista de los soldados israelíes o de sus drones de vigilancia, pero el ejército no interviene.

Aparentemente, los bienes robados se almacenan afuera o en bodegas en zonas controladas por el ejército israelí.

Las FDI no respondieron a las preguntas de la BBC sobre cómo combaten los saqueos y el contrabando organizado. Con anterioridad, han insistido en que toman medidas y trabajan para facilitar la entrada de asistencia.

¿Un contratista privado?

Al comienzo de la guerra, cuando la comida empezó a volverse cada vez más escasa, algunas veces se veían a los desesperados residentes de Gaza robando de los camiones de asistencia que entraban.

Pronto, el contrabando de cigarrillos se convirtió en un negocio enorme, con pandillas asaltando a mano armada los convoyes.

Un paquete de cigarrillos puede venderse por precios exorbitantes en Gaza: antes de la guerra un paquete de 20 unidades costaba poco más de $5. Ahora un solo cigarrillo puede costar más de US$48.

Se han encontrado cigarrillos dentro de los marcos de madera de los palés de asistencia y dentro de latas de comida selladas, indicando la existencia de criminales organizados involucrados en el contrabando.

Durante las últimas seis semanas, las autoridades israelíes han prohibido las importaciones comerciales, arguyendo que estas benefician a Hamás.

Eso contribuyó a la disminución de los suministros de comida, que a su vez provocan el aumento de los saqueos armados.

Los bienes robados, que muchas veces provienen de donaciones internacionales pensadas para ser distribuidas gratuitamente entre un pueblo necesitado, sólo se pueden comprar a precios prohibitivos en el mercado negro de Gaza.

Entretanto, el equivalente a meses de suministros donados están estancados en Egipto debido a la demora en la distribución de asistencia.

En días recientes, los informes de los medios locales están indicando que Israel estudia ahora la opción de distribuir la asistencia en Gaza a través de un contratista de seguridad privado de EE.UU.

Aunque todavía no se ha anunciado oficialmente, los trabajadores humanitarios están preocupados.

Georgios Petropoulos cuestiona que los países donantes quieran que los suministros sean distribuidos de esa manera.

“¿Qué tan seguro va a ser realmente?”, se pregunta. “Creo que va a ser un vector para más derramamiento de sangre y violencia”.

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