Luego de ser conductor en la TV de su país, en Nueva York fue productor editorial de Vanity Fair y mano derecha de su esposa, la diseñadora Carolina Herrera
“Buenos Días”: en los años 70s miles de televidentes se despertaban en Venezuela escuchando ese saludo en las voces de Reinaldo Herrera y los esposos Sofía Imber y Carlos Rangel, conductores de un programa pionero de entrevistas con ese nombre.
Venezolano universal, conductor de televisión en su país y luego en Nueva York productor editorial para Vanity Fair y mano derecha de esposa Carolina en su imperio de moda, perfumes y estilo, Reinaldo Herrera Guevara falleció ayer en Manhattan en ruta a los 92 años.
“Fue el mayor soporte y mejor amigo de su esposa Carolina. Brillantemente inteligente, leía muchísimo y sabía tanta Historia como un historiador”, resumió su compatriota y gran amiga María Cristina Anzola, fundadora del Ballet Internacional de Caracas y actual miembro de la directiva del New York City Ballet.
Parte del aura legendaria que lo envolvía tuvo que ver con que concedía pocas entrevistas, si bien era un experto en conseguirlas para otros. Para ello su mejor aliada era su agenda telefónica, llena de contactos inimaginables en todos los ámbitos.
En el otoño de 2014 aceptó conversar para el diario El Universal de Caracas desde su casa en el Upper East Side. Trabajaba desde allí -“Como siempre lo he hecho. Nunca tuve oficina”-, afirmó entonces. Su labor para Vanity Fair la resumió así: apuntaba a un personaje, convencía a la persona y a la revista, asignaba la pauta al periodista -normalmente un colaborador externo- y coordinaba las gráficas que normalmente terminaban siendo icónicas. Ocasionalmente escribía.
“Leo mucho, pero soy flojo para escribir. Para eso hay que tener un talento que siempre he añorado”. Afirmó que algunos de esos reportajes -Ronald Reagan, Imelda Marcos- permitieron a la revista renacer en 1983, tras el hiato que siguió a la gloria (1913-1936). “Esos números se vendieron muchísimo. Y lo digo con orgullo”.
-¿Cómo es la competencia en el mundo de las revistas?
-La meta de toda revista es vender más que las otras. La ética no la veo. Inventan para destruir. A Dios gracias, la gente seria todavía tiene reglas. En Vanity Fair tenemos una batería de abogados que revisa 300 veces cada detalle antes de publicar. Todo es de primera calidad, trabajamos con tres meses de adelanto. Pero imprimir se hace cada vez menos rentable.
Su lista progresiva incluyó a gente controversial como ‘Baby Doc’ Duvalier, Yasser Arafat, Manuel Antonio Noriega y Muammar Gaddafi, “cuando estaban mandando. Yo no juzgo a los personajes. Mi relación al contactarlos es profesional, en interés del lector. Pero recibirlos en mi casa, no creo”.
-¿Propuso a Hugo Chávez?
-Intentamos a principios de su gobierno. Mi sistema es muy sencillo: llamo al personaje y si dice que no, no insisto. Casi siempre quien dice que no, luego llama y acepta. Si presionas das una idea distinta. Yo no soy prensa amarilla. Sería muy fácil serlo. Siempre entrevisté a quien quise, a Dios gracias. Y a veces toca engavetar y esperar: son sólo 12 ediciones al año.
Su nexo con la revista comenzó en un almuerzo social con la editora Tina Brown, “una mujer que me caía de la patada. Hoy somos íntimos amigos y la admiro. He tenido la suerte y la bendición de que siempre me ha gustado lo que hago y las cosas me han llegado de las formas más extrañas. Me ofrecieron ser editor de proyectos especiales. Hoy soy colaborador”.
-¿Cómo se hizo periodista?
-Fue totalmente sui generis. Yo acababa de regresar de Europa a Venezuela, y Sofía Imber y Carlos Rangel me entrevistaron sobre esa experiencia. Nos divertimos mucho. Días más tarde ella me propone que hagamos un programa. Por ser ellos controversiales, no les daban espacio.Hasta que Peter Bottome dijo que si yo era parte podían considerarlo, porque yo no era controversial. Así salió al aire “Buenos Días”, por RCTV. Los tres asociados como productores independientes, junto a Hans Neumann y Daniel Farías. Fuimos una gran combinación, aprendí mucho de ellos. Sofía es una mujer difícil. Pero es que nadie muy inteligente es fácil. Ella y su hermana Lya hicieron mucho por Venezuela.
Al entrar a la TV como entrevistador su vida de figura social estaba dando un gran giro: “Nunca me interesó la política. Todo me parecía de lo más folklórico y divertido. Yo no me levantaba temprano. Pero en la Junta de Gobierno (1958) todo estaba revuelto. Yo le servía de chofer a Tamayo Suárez, un revolucionario, ya ni me acuerdo en contra de quién peleaba. Mi Mercedes convertible estaba lleno de metralletas y granadas. Una vez por Plaza Venezuela él me dijo: ‘Si nos detienen empieza a lanzar granadas…’. Todo ese fue antes del programa de TV”.
-¿Cómo recuerda a Carlos Rangel?
-Carlos era un eminente periodista y escritor. Como Sofía, bastante controversial. Todos los periodistas serios somos controversiales. Pero eso no tiene que ver con ese nuevo periodismo de escándalos. Eso es terrible para la civilización.
-¿Cómo eran los políticos venezolanos de esa época?
-Jorge Olavarría, mi amigo de infancia, criticaba a todo el mundo. (El ex presidente) Raúl Leoni fue muy correcto y honorable, quizás por eso nadie lo recuerda. Mi primo Arturo Uslar Pietri era demasiado honesto como para ser electo a nada en Venezuela. Y Carlos Andrés Pérez siempre fue muy cariñoso conmigo.
En 2013 hizo el que sería su último aterrizaje a Caracas, su ciudad natal. “No encontré a la ciudad fea, sino horrorosa, destruida. Es otro país, es otro todo. Mi corazón es venezolano, pero hoy soy ciudadano de EE.UU. Aunque Nueva York también se ha deteriorado”.
-¿Combate esa involución?
-Eso le toca a los que viven allá. Sería como querer pintar una casa que no es la tuya.
-Para muchos usted es una leyenda de la élite criolla…
-(risas) No tengo la menor idea. No lo veo así.
-¿Cómo se define?
-Soy periodista. Antes de eso decía que era agricultor porque vivía en la “Hacienda La Vega” (risas, en referencia al nombre de la mansión de sus padres en Caracas). Mi generación tuvo una vida muy fértil, intelectualmente. Tuve la suerte de conocer gigantes porque el mundo produjo mucho en esa época. Hoy en día el mundo es mediocre. Hay una ordinariez increíble, la carencia de educación es total. La falta de modales… La gente no sabe hablar y la mayoría no lee. Yo tengo cuatro bibliotecas.
Más allá, puede ser tan coloquial que no duda en tomar un autobús, porque “lo mejor de Nueva York es que no se necesita carro”.
-¿Qué sintió cuando el gobierno cerró RCTV en 2007?
-Me dio mucha nostalgia por Venezuela. Ese cierre fue un termómetro de lo que venía.
-¿Extraña las cámaras?
-Fue muy interesante cuando lo hice. Terminar me fastidió un poco, pero luego fue beneficioso. Por un tiempo me dediqué a leer, a viajar, a mi familia. Ya no tenía que madrugar. Nunca le tuve miedo a las cámaras y tampoco las extraño. Toda la vida he sabido cerrar las puertas.